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TRECE,ese número visto por muchas personas como el número de la mala suerte. En pocos lugares se luce esta GRAN cifra. Pero para mí, es IMPRESCINDIBLE. Mi antiguo dorsal, mi número de la suerte y porque nací un día TRECE!

22 de enero de 2011

La Luna a tus pies.

Dramaturgo -según palabras del comandante del MD87- y con el cuerpo flotando en una cápsula voladora, la vida se ve de distinta manera. Adivino a través de la ventanilla diminutas carreteras y pueblos de pequeñas dimensiones en la parduzca estepa castellana. El horizonte rojizo va lentamente transformándose en una fiesta de colores violetas, cárdenos y grisáceos. La noche galopa por el oeste: contemplo su dominio desde mi privilegiada posición en el cosmos.

En el crepúsculo ardiente y aéreo mi vista alcanza distancias jamás soñadas desde el contacto con la tierra. Aquí, anclados en el suelo de nuestros días, se reduce la distancia y la mirada no logra llegar más allá de lo efímero e inmediato. En el aire, por el contrario, se agranda el paisaje y crecen las emociones.
Quien haya volado en la noche habrá contemplado, en alguna ocasión, la luna llena por debajo de su mirada: la luna a tus pies. Extraño fenómeno visual. ¿Acaso el avión vuela por encima de la luna? Nuestros ojos -la luz de nuestra inteligencia- así lo certifican.
La vida es distinta a más de ocho mil metros de altura. Nada nos pertenece: ni el movimiento ni la posesión del paisaje columbrado. La luna puede verse a nuestros pies y no ser más que una falsa apariencia. Con el transcurrir de los minutos y el volar continuo la luna cambia de posición hasta situarse a la altura de nuestra mirada. Más tarde, la luna -la de los poetas y la de los locos, la de los soñadores y la de los astrónomos- asciende para reinar entre las estrellas nocturnas.

Y la reflexión accede a nuestro pensamiento casi de puntillas, sin pedir permiso. No somos más que una gota de agua en el viento, que diría Machado, y una luz perdida en el atardecer. Apenas una mancha en el horizonte y tal vez un recuerdo lejano en la memoria de aquellos que nos han conocido... ¡Es tan largo el camino de los hallazgos y tan corto el olvido!
Distinta manera de mirar y de ver la realidad, diferentes visiones de nosotros mismos y de los demás. Nada es igual a más de ocho mil metros de altura. Indefensos ante lo desconocido e inmóviles en el interior de la máquina.

Hermosa lección. Nada ni nadie está arriba o abajo. Todo depende de nuestra mirada, del punto de vista con el que miremos: ¿dónde nos colocamos? ¿Dónde nos sitúan los otros? A veces miramos a los demás desde una altura superior a ocho mil metros y creemos estar por encima. La luna a nuestros pies. Y sucede que son ellos los que están arriba, más arriba que nosotros, con independencia de nuestra supuesta sabiduría o posición social y profesional. Más arriba en afectos y valores humanos. Cuestión de perspectiva, del lugar en el que situemos corazón e inteligencia.

Acabado el vuelo, descubrimos que todo ha sido mentira, que la luna está en su sitio y que nosotros hemos llegado a nuestro destino. A veces, en el tránsito hemos mirado desde arriba para caer en deslealtades y ambiciones. La luna a nuestros pies. ¡Ingenuos! De las alturas se desciende y todo vuelve a quedar en su sitio.
Tiempo y espacio descubren caracteres y personalidades: no es fácil mantener la luna a nuestros pies.

Cuestión de tiempo y perspectiva..

                                              
*Eduardo Galán*

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